La autenticidad paulina de estas cartas es
muy discutida. Las dificultades que militan contra su atribución a Pablo son de
peso y se basan en argumentos muy diversos.
En primer lugar, la
cuestión histórica. Dejando aparte 2 Tim, que se da por testamento literario de
Pablo, ya cerca de la muerte, ni 1 Tim ni Tit corresponden a la época de Pablo
narrada en los Hechos de los Apóstoles. Respecto a 1 Tim, cuando Pablo dejó
Éfeso después de tres años de estancia fue a Macedonia, pero Timoteo no se
quedó en Éfeso, pues Pablo lo había mandado por delante a Macedonia (Hch
19,21-20,1); luego fue a Jerusalén, pasando por Corinto, pero no tocó en Éfeso
(Hch 20, 16-17) y, además, Timoteo lo acompañó a Jerusalén (Hch 20,4).
Respecto a Tito no hay
noticia de que Pablo estuviese en Creta, sino en su viaje a Roma ya como preso
(Hch 27,7), y no consta que los acompañase Tito. En todo caso, el invierno
siguiente estaba en Malta, no en NIcópolis (Hch 28,1).
La situación que describen
las dos cartas habrá de referirse, por tanto, al período que siguió a la
cautividad de Pablo en Roma, es decir, después de la época narrada en los
Hechos.
Pero aquí la dificultad se
acentúa, 2 Tim, como hemos visto, supone que Pablo estuvo en Oriente de nuevo
después de su primera cautividad en Roma.
Sin embargo, el proyecto de
Pablo no era volver a Oriente desde Roma, sino seguir hasta España (Rom
15,24.28) y, si el testimonio de Clemente Romano es atendible, eso fue lo que
hizo (1 Cle 5,7). El autor de los Hechos, por otra parte, supone que después de
su viaje a Roma Pablo no volvió a Oriente (Hch 20,25.38).
Muy fuertes son también los
argumentos desde el punto de vista del lenguaje. Modos de expresión
característicos de Pablo, particularmente el uso de las partículas, tanto más
significativo cuanto menos consciente, están ausentes en las pastorales.
Aparecen nueva fraseología, expresiones paulinas usadas en sentido diferente,
etc.
Los presbíteros o responsables
son desconocidos en las otras cartas de Pablo, así como la institución de las
viudas.
Hay trozos en las pastorales que
tienen sabor paulino e ideas teológicas que coinciden con las de Pablo (1 Tim
1,15-16; 2 Tim 1,9-10; Tit 3,5), pero hay otros extraños para el que está
acostumbrado a la fraseología del apóstol (1 Tim 2,5; 6,15-16; 2 Tim 1,10; Tit
2,10.13; 3,4.6).
No faltan autores, sin embargo,
que defienden la autenticidad paulina, pensando en la vejez de Pablo y en la
ayuda de un amanuense. Estas hipótesis parecen insuficientes para explicar el
estilo de las pastorales, sobre todo si se considera el horizonte estrecho y
defensivo que estas cartas presentan. Más probable es que reflejen la situación
de algunas comunidades de finales del siglo I, angustiadas por propagandas
insidiosas, que intentaban defenderse cerrando filas y proveyéndose de una
detallada organización, inspirada en modelos judíos.
Por otra parte, abogan por la
autenticidad ciertos pasajes que difícilmente pueden dejar de atribuirse a la
pluma de Pablo, sobre todo en detalles personales al fin de 2 Tim (4,9-21).
Algunos suponen, sin embargo, que pertenecen a algún billete enviado por Pablo
a Timoteo en alguna ocasión anterior. Sería una opinión intermedia, como la que
se propone también para Colosenses: un discípulo de Pablo quiere adaptar a las
nuevas circunstancias la enseñanza del apóstol, interpretada según su propia
óptica e incluyendo algunos trozos de escritos ocasionales de Pablo.
Las Cartas Pastorales son
documentos de gran valor para la historia del cristianismo primitivo. Muestras
que algunas iglesias tuvieron que dedicarse a la formación de los fieles y a
robustecer la estructura interna, buscando estabilidad en medio de las
circunstancias caóticas. De ahí que no se menciona la libertad cristiana ni la
actividad del Espíritu en los miembros de la comunidad, realidades tan
presentes en la pluma de Pablo. Se insiste en el orden, en la piedad y en la
integridad de vida. Como otros escritos del NT (Hebreos, Santiago), las
pastorales no pueden tomarse por base de la teología; son escritos
complementarios que ilustran un aspecto determinado; aquí las medidas adoptadas
por ciertas comunidades ante el peligro de desintegración. Lo necesario en una
circunstancia, sin embargo, las soluciones de momento, no son modelo
permanente. La Iglesia, según la voluntad de Jesús, no es un círculo cerrado,
dedicado a la eficación propia, sino una misión dirigida al mundo entero (Mt
28,19; Mc 16,15; Hch 1,8).
Las Cartas no siguen un plan que
permita una división orgánica.